Llaquepata se encuentra en el distrito de Taray, provincia de Calca, en la región de Cusco, a unos 18 km de la capital. Se accede mediante un desvío en la ruta Cusco-Calca, por vía no asfaltada. La comunidad está a unos 3.000 m.s.n.m. y presenta un clima templado a seco. Se denomina Llaquepata porque antiguamente crecía una planta llamada Llaqque, empleada para la desinflamación de enfermedades, especialmente del corazón. Según el último censo, cuenta con unos 216 habitantes, unas 63 familias, aunque la población joven tiende a emigrar a Cusco en busca de oportunidades laborales y expectativas de desarrollo. Se trata de una comunidad eminentemente rural.
El Parque Temático Llaquepata fue inaugurado en el 2007, con la ayuda de la ONG española ASEDICO, y cuenta con unas 20 socias, encabezadas por su presidenta, Aurelia Quespinaban. Se definen como una asociación de tejedoras que expresan en sus téxtiles símbolos y escenas de la vida diaria propias de la cosmovisión andina. Disponen de un establecimiento precioso hecho a base de paja y pasajes de madera con vistas al Valle Sagrado, junto a sus alpacas que pasturan apaciblemente, pese a la falta de agua de la comunidad.
Las mujeres -todas quechuaparlantes- están organizadas, llevan sus productos a mercados y ferias, compran la lana y la tiñen y tejen ellas mismas en brodados preciosos, pero todavía no han conseguido llamar la atención del turista.
¿Su sueño? Vivir del turismo vivencial, seguir formándose para conseguir mejores acabados en sus productos, y aprender inglés para atender y negociar con el turista, y comercializar sus productos sin intermediarios.
El Parque Temático Llaquepata fue inaugurado en el 2007, con la ayuda de la ONG española ASEDICO, y cuenta con unas 20 socias, encabezadas por su presidenta, Aurelia Quespinaban. Se definen como una asociación de tejedoras que expresan en sus téxtiles símbolos y escenas de la vida diaria propias de la cosmovisión andina. Disponen de un establecimiento precioso hecho a base de paja y pasajes de madera con vistas al Valle Sagrado, junto a sus alpacas que pasturan apaciblemente, pese a la falta de agua de la comunidad.
Las mujeres -todas quechuaparlantes- están organizadas, llevan sus productos a mercados y ferias, compran la lana y la tiñen y tejen ellas mismas en brodados preciosos, pero todavía no han conseguido llamar la atención del turista.
¿Su sueño? Vivir del turismo vivencial, seguir formándose para conseguir mejores acabados en sus productos, y aprender inglés para atender y negociar con el turista, y comercializar sus productos sin intermediarios.